HISTORIA DEL CHACOLÍ
Hacia el año 863 se conocen ya donaciones de viñedos en Briviesca y Prádanos. Es una época de abastecimientos, y en Poza se llega a decir que viven de la sal y del vino.
El término “chacolí” aparece ya en 1726 en el Diccionario de Autoridades y dice que procede del vascuence; pero esto no es cierto, ya que está admitido como un barbarismo en el vascuence. En realidad, antes de que en Las Vascongadas hubiera viñedos, ya se hacía chacolí. El origen parece ser latino: del término “agrio” > agroli (sufijo despectivo) >ajoli > chacolí.
Es una palabra ocasional; es decir, que no se encuentra ninguna referencia a ella. Entra de repente y coge cuerpo por primera vez en la Bureba.La tierra y el clima se prestan a ello; tanto es así que la misma uva traída de la Ribera o de Toro no da el mismo vino allí y aquí.
En otro Diccionario de la R.A.E. posterior es calificado como “vino pésimo, detestable, infernal, un poco agrio, de poquísima sustancia y coloración”.
En el Catastro del Marqués de la Ensenada, del siglo XVIII, se le califica como “vino ácido y agrio”. Pero, como dijo D. Pablo Arribas Briones, estudioso del tema, “al chacolí, como a las mujeres, se les ha de juzgar como tales”. Quiere decir que al chacolí hay que juzgarlo como se merece, cosa que no siempre ha sucedido.
El chacolí es un vino natural, sin sustancias químicas, obtenido en el propio lagar. Es un vino de verano y para el diálogo distendido, bueno para tomar en la bodega con chuletas; acompaña bien asimismo a la pesca y a los mariscos.
En un documento que conocemos de Aguilar del año 1063 ya se nombran varias veces las viñas, lo que permite suponer que estas debían de extenderse por todo o gran parte del territorio municipal. En el siglo XV debían de ser tan importantes como los cereales, ya que en 1495 se dice del pueblo “que tenía muchas viñas al término de Pedredo” y se citan también las viñas de El Portillo y Aldaro. Así lo atestiguan nombres de términos que proceden de aquellas remotas fechas, como Viña Palacio, Viña sesenta, Tres Viñales, El Majuelo, Viñacabo...
En 1752, según el Catastro del Marqués de la Ensenada, las viñas se extendían aproximadamente por todo lo que era El Testado: Carraváscones, La Hoyada, Pradillalta, Horcajo, Carraportillo, Pedredo, Aldaro, La Loma, La Solana, Cascajares, Aguilón, hasta El Cerro y Las Plantas. Había viñas de 1ª, de 2ª y de 3ª calidad, que producían respectivamente 4, 2 y 1 cántaras de vino por año.
Había en el pueblo 30 cuevas (bodegas) en servicio y 2 lagares, con 71 cubas y 11 toneles, cuya cabida total era de 4.336 cántaras. El vino pagaba sus diezmos a la iglesia, que ascendían a 55,5 cántaras. No había taberna, cada cosechero vendía el vino en su casa. Cada año se remataba el lagar que el Concejo llevaba en renta.
El vino entraba a formar parte de cualquier contrato o escritura, así en los remates de la panadería o del horno, como al hacer contrato al herrero, al aladrero, al veterinario... se obligaba a pagar una o más cántaras de vino “por derechos de oficio”. Esta costumbre se ha mantenido, con el nombre de “robla”, hasta no hace muchos años.
Sin embargo, por aquellos años debía importarse bastante vino de Rioja; anualmente se firmaba un contrato para “portear el vino”, vino que ha de ser “común y bueno, a contento de los Regidores”. Hay dos tipos de remates: al por menor o “sisa” y al por mayor o “vendaje”.
A partir de 1845 hay Escrituras sobre la venta de aguardiente, anisete y vino de Málaga, todo de buena calidad, especificando precios y otras condiciones.
A lo largo de la 2ª mitad del siglo XIX se va abandonando el viñedo, debido a las plagas (mildiu y filoxera) y a la falta de calidad. Vuelven a plantarse viñedos y se ponen guardas temporeros. A finales del siglo XIX se hacen todavía unas 2.000 cántaras de vino, se acuerda el día de comenzar la vendimia, así como “verificar el aforo de vino chacolí recolectado en el pueblo”. Sigue habiendo 2 lagares y 42 bodegas.
Actualmente, han desaparecido los lagares y también desaparecieron las pocas viñas que quedaban. Se han perdido también costumbres, como la de abonar al Ayuntamiento. dos cántaras de vino los que se casaban en el pueblo. Todavía hasta hace muy poco, se seguía pisando la uva en los “tinos”, a la manera tradicional, aunque con uva traída de fuera (de Rioja, de la Ribera o de Toro), hasta unas 2.000 ó 2.500 cántaras. Pero ya ha pasado esta tradición. Se sigue elaborando vino (en menores cantidades), trayendo el mosto directamente y cuidándolo en las bodegas de siempre.
Jesús González (Chuchi)