Los dos retablos laterales son obra de Antonio de Elejalde, pintor burgalés del 2º tercio del siglo XVI. Para ambos, Elejalde recurrió a variaciones de la traza utilizada en Carrias.
El retablo de San Sebastián es anterior y se fecha en torno a 1570; fue policromado por Diego de Torres el Joven. Se mantiene en una línea ambigua; sin despegarse de la tradición, incorpora algunos elementos de la escultura romanista. En las calles laterales recupera los medallones con los bustos de San Pedro y San Pablo. Las escenas de martirio y el relieve de Santiago a caballo son tradicionales. En un conjunto híbrido, se combinan con elementos tomados de los retablos de Briviesca. Así, se hace un uso abundante de cartelas con frutos colgantes; la decoración geométrica, a base de cintas formando rombos y óvalos, se extiende por frisos y traspilares. Figuras recostadas llenan las enjutas del encasamento principal. La imagen de San Sebastián destaca sobre un fondo plano en el que ha desaparecido la hornacina avenerada. El gesto grandilocuente del santo titular contribuye a resaltar un cuerpo musculoso dispuesto en contraposto.
El retablo de la Magdalena es más evolucionado. Se ha suprimido lo accesorio en beneficio de una traza más depurada. Se han reducido los netos del banco que dejan de cubrirse con santos con hornacinas, como era costumbre en el retablo plateresco. Los encasamentos del cuerpo principal son más grandes y se llenan con figuras en primer plano que se apoderan de todo el espacio disponible. El peso y grandor de las figuras potencia la monumentalidad del retablo. Se mantienen las aletas en el remate pero aparecen los pináculos con los que rematará otros retablos y las cartelas, a modo de guardapolvo, cerrando el retablo. La imagen de bulto de María Magdalena y el relieve que la representa rodeada de ángeles son sendos ejemplos de la estatuaria romanista. Lo pintó Juan de Cea.
Con cierta extrañeza se observa que en el banco de ambos retablos se utiliza un modelo diferente para la figura humana. Se trata de figuras de rasgos afilados, cuerpos menudos y estilizados dispuestos en esquemas elegantes y equilibrados. En el retablo de Santa Catalina de Carrias sólo se conserva el panel con Santa Casilda, que se repite en Aguilar, pues en la Bureba siempre ha habido gran devoción a esta santa. Tal vez el modelo se haya mantenido en el retablo de la Magdalena de Aguilar por conservadurismo. Elejalde señala en su testamento que había terminado de hacer el retablo de la iglesia de La Vid de Bureba, mientras el relicario y el banco lo había realizado Diego Guillén.
Obras de importancia dentro de su estilo, estos retablos fueron valorados en 1580 en 27.000 maravedís.
Fuente: Aurelio Barrón y Mª Pilar de la Cuesta
(“Estudios Mirandeses” – XIV, 1994)